Amparito cerró su corazón al terminar la secundaria, para ella, esta era la única manera de asegurarse que no la continúen lastimando.
A lo largo de su vida, Amparo ha aprendido a poner muros de defensa para protegerse. A los 17 años de edad tuvo una hija fuera de matrimonio, y el muchacho que había mostrado tanto interés en ella antes de embarazarse, se había esfumado como un gato asustado.
Cuando recurrió a su familia, en lugar de apoyo recibió humillación, y pesar que le dieron techo, era su apoyo, amor y aprobación lo que buscaba desesperadamente. Sus últimos años como adolescente pasaron a ser sobre preocupaciones de madre, escuela por las noches, y trabajo para mantener a su hija.
Al final de sus 13 horas laborales, Amparito llegaba a casa donde casi siempre su hija la estaba esperando sola en las gradas de afuera.
Su lugar de trabajo solo reforzaba su vulnerabilidad, las burlas y las ventajas físicas de sus compañeros de trabajo la mantenían en guardia. Se tenía que defender en todo momento ya que parecía que nadie más lo haría. Una y otra vez, se sintió utilizada, descartada, sin apoyo y avergonzada.
Y a pesar de las constantes decepciones, Amparito todavía buscando algo diferente, y anhelaba relaciones que ofrecieran amor, cuidado y donde tenga la libertad de ser ella misma. Cuando su hija tenía nueve años, Amparito comenzó a salir con Fernando, y después de tres cortos meses de noviazgo, se casaron. Amparito esperaba que ese matrimonio curara sus heridas de relaciones anteriores, pero sus expectativas no se cumplieron. Fernando la amaba, pero él no podía llenar el vacío que ella sentía.
Amparito comenzó estudios adicionales en un instituto local, pero su tímida sonrisa y su mirada baja mantuvieron a sus compañeros de clase a una distancia segura. Hasta que tres compañeras de estudios lograron atravesar esa pared que mantenía su corazón protegido. Había algo diferente en estas tres amigas, Amparito se sentía segura y aceptada. Y a medida que florecía su amistad, Amparito decidió acompañarlas a una reunión de mujeres en la iglesia de Cumbayá.
Fue ahí que se encontró rodeada de mujeres que le brindaron la misma aceptación, amor y cuidado que sus tres amigas. Pero aún frente a tal amor, Amparito no podía todavía dejar de lado su posición de defensa, se preguntaba si todo esto era solo una actuación para obtener algo de ella, ya que toda su vida la gente le quitaba algo. ¿Podrían las personas en esta iglesia ser diferente?
Durante los siguientes cuatro años, el Señor usó a la Iglesia de Cumbayá para suavizar su escepticismo. Dios comenzó a sanar su corazón lastimado por años de desilusiones. Ella aprendió a perdonarse a través de Jesús, y al conocer el perdón de Dios, aprendió y descubrió el poder de perdonar a otros.
Creció profundamente en su fe a través del discipulado paciente y amoroso de Mayra Giacometti, la esposa del pastor principal de Cumbayá.
Hoy en día, la que tenía muros alrededor abre su corazón semanalmente. Amparito discípula a grupos de mujeres a través de la Iglesia de Cumbayá y su iglesia hermana, Puembo, un cambio milagroso para la que un día estaba herida, era tímida e introvertida. Incluso, su esposo Fernando confió en Cristo a través del ministerio de la Academia Bíblica de la iglesia.
El amor de Cristo sigue transformando a Amparito. Ella ahora tiene un Salvador que no busca quitarle nada, en cambio, lo deja todo por ella.
Gracias por ayudar a cambiar la vida de Amparito y otras vidas como la de ella, sus oraciones y apoyo fortalecen iglesias dinámicas como Cumbayá. El Señor está usando estas iglesias para transformar vidas en los centros urbanos de América Latina, y a pesar que Amparito nunca te ha conocido, has sido el tipo de amigo amable y generoso que ha anhelado toda su vida, y le ayudaste a presentarle al único amigo verdadero que necesitaba.